sábado, 8 de diciembre de 2007

Heracles / Hércules

Vida e Historia de Heracles

Capítulo 1Nacimiento de Heracles

Cuando Alcmena Había de parir al fornido Heracles en Tebas, Zeus, gloriándose, dijo así ante todas las deidades: “oídme todos, hoy ilitía, la que preside los partos, sacará a la luz un varón que, perteneciendo a la familia de los hombres engendrados de mi sangre, reinará sobre todos sus vecinos”. Y, hablándole con astucia, le replicó la venerable Hera: “Mentirás, y no llevarás a cabo lo que dices. Y si no, jura solemnemente que reinará sobre todos sus vecinos”.Así dijo, y Zeus, no sospechando el engaño, prestó el gran juramento que tan funesto le había de ser. Pues Hera dejó en rápido vuelo la cima del Olimpo y pronto llegó a Argos, donde vivía la esposa ilustre de Esténelo Persíada; y como se hallara encinta de siete mese, la diosa sacó a la luz al niño, aunque era prematuro y retardó el parto de Alcmena, deteniendo a ilitía. Y en seguida se lo participó a Zeus Cronida, diciendo “¡Padre Zeus, fulminador! Una noticia tengo que darte: ya nació el noble varón que reinará sobre los argivos, Euristeo”. Así dijo, y un agudo dolor penetró en el alma del dios.

Capítulo 2Asesinato de los tres hijo y la mujer de Heracles por Heracles

Sus propios hijos, que confunde con los de Euristeo. Llenos de terror los niños escapan por todos lados. Uno busca refugio entre la túnica de su desdichada madre, otro detrás de una columna y el tercero bajo el altar (…). Heracles descubre al niño que se esconde tras la columna y girándose se pone frente a él y le dispara una flecha en el hígado. El niño cae boca arriba y expira empapado de sangre los zócalos de piedra.

Heracles grita su triunfo y se ufana diciendo: “Éste que ha muerto es uno de los polluelos de Euristeo y ha caído para pagar el odio que su padre me tiene”.Dirige entonces su arco sobre el otro hijo, el que había escondido bajo el altar esperando no ser visto. El desdichado se adelanta arrojándose a las rodillas de su padre y, tendiendo sus manos hacia la barbilla y el cuello de éste, grita: “Padre querido, no me mates. Soy tuyo, soy tu hijo; no vas a matar a un hijo de Euristeo”. Pero él revolvía sus ojos con la mirada salvaje de una Gorgona (…) levantó la clava y la dejó caer sobre la rubia cabeza del niño rompiéndole el cráneo. Después de matar al segundo niño, se dirigió sobre su tercera víctima con intención de inmolarlo sobre los otros dos, pero se le adelantó la desdichada madre, que cogiéndolo lo metió dentro del palacio y cerró las puertas (…). Pero Heracles hace saltar las cerraduras, arranca las puertas y abate con una sola flecha a la madre y al hijo. Y ya se lanzaba como a caballo para matar al anciano, pero apareció una imagen, en la que se podía reconocer a Palas Blandiendo su lanza, y arrojó contra el pecho de Heracles una piedra que detuvo su furia asesina y lo sumió en un sueño.



Capítulo 3 – Dialogo entre Heracles y Teseo

Heracles: Zeus me engendró haciéndome enemigo de Hera. Siendo todavía un bebé, la esposa de Zeus introdujo en mi cuna unas serpientes de ojos ardientes con la intención de que yo muriera. Y después de que en la juventud mi cuerpo adquirió vigorosos músculos, ¿qué necesidad hay de referir los trabajos que soporté? (…) La ultima prueba que he sufrido es esta muerte que yo he dado a mis hijos y que pone el techo de las desgracias a mi casa. (…) ¿Qué necesidad tengo ya de seguir vivo? ¿Qué beneficio tendré de vivir una existencia inútil e impura? ¡Que baile la ilustre esposa de Zeus haciendo resonar con sus pies el pulido suelo del Olimpo! Logró, en efecto, el objetivo que quería: destruir desde sus cimientos al primer hombre de Grecia. (…)

Teseo: Ninguno de los mortales está a salvo de los avatares de la fortuna, ni tampoco de los dioses (…). Sin embargo, habitan el Olimpo y soportan la carga de sus faltas. Así, pues, ¿qué vas a decir si tú, habiendo nacido mortal, encuentras insoportables los golpes de la fortuna y los dioses no? Deja Tebas de acuerdo con la ley y ven conmigo a la ciudad de Palas. Allí purificaré tus manos de su macha y te daré una casa y una parte de mis bienes.

Capítulo 4 – Historia de Deyanira
Cuando todavía vivía en la casa de mi padre Eneo, tenía una repugnancia muy dolorosa contra el matrimonio, más que cualquier mujer etolia. Tenía como pretendiente a un río, hablo del Aquello, que adoptando tres apariencias distintas me pedía a mi padre en matrimonio. Unas veces venía bajo la figura de toro, otras como una ondulante serpiente multicolor y otras con la cabeza de buey y cuerpo humano. De su sombría barbilla fluían chorros de agua como una fuente. Yo, desdichada, mientras aguardaba temerosa a semejante pretendiente, suplicaba constantemente morir antes que acercarme algún día a ese lecho nupcial. Pasado algún tiempo, llegó para mi alegría el ilustre hijo de Zeus y Alcmena, que, tras luchar con éste, me libró de el.
(…) Zeus, que preside los combates, determinó un final feliz, si es que verdaderamente fue feliz, pues, desde que me uní a Heracles en una boda elegida, sin cesar alimento temor tras temor en mi preocupación por él. (…) Hemos engendrado hijos a los que él, como un campesino que cultiva un campo lejano, sólo ve cuando siembra y cuando recoge la cosecha. Tal es el destino que sin parar trae a casa a mi esposo y lo saca de ella, siempre al servicio de alguien.

Capítulo 5 – Deyanira y el centauro Neso
Creo que he recibido en casa no a una joven soltera, sino a una esposa, como un marinero recibe la carga, una mercancía que ultraja mi corazón. Ahora somos dos las que aguardamos los brazos bajo la misma colcha. De este modo, Heracles, el que tiene fama de bueno y legal conmigo, me paga mis desvelos de tanto tiempo. Pero yo no sé enfadarme con el que ha caído muchas veces en esta enfermedad. Sin embargo, por otra parte, ¿Qué mujer podría convivir en el mismo lugar con ésta, compartiendo su matrimonio? Yo veo la juventud, en un caso, florecer y, en otro, marchitarse. (…) Esto es lo que me da más miedo: que Heracles sea llamado mi esposo, pero sea el hombre de la más joven. Más no es correcto, como dije, que se irrite una mujer que es sensata. Os voy a contar, amigas mías, el medio con el que puedo conseguir librarme de esta situación. Tenía yo, desde hace tiempo, oculto en un cofre de bronce un viejo regalo de un antiguo centauro, que, siendo todavía joven, recibí de las heridas de Neso, el de velludo pecho, cuando murió. Éste por dinero cruzaba sobre sus brazos a los hombres al otro lado del río Eveno, de profundas corrientes. (…)

También a mí –cuando, por mandato de mi padre, como esposa acompañaba por primera vez Heracles- me llevaba en sus hombros y, cuando estaba en mitad del trayecto, me tocó con sus insolentes manos. Yo grité y el hijo de Zeus, volviéndose rápidamente, le disparó de sus manos una alada flecha en dirección a sus entrañas y le atravesó el pecho. Y el centauro moribundo me habló así: “Hija del anciano Eneo, si confías en mí, sacarás este provecho de mis travesías, puesto que eres la última que llevé. Si recoges con tus manos la sangre de mis heridas coagulada donde la hidra de Lerna empapó sus flechas de negro veneno, esto será para ti un hechizo sobre el corazón de Heracles, de modo que aquél te amará más a ti que a ninguna mujer que vea”. Después de pensar en esto, oh amigas, empapé esta túnica (…) como regalo para mi esposo.


Capítulo 6 - Muerte de Heracles
El héroe sin sospechar nada coge la túnica y se la pone. Ofrecía incienso y plegarias a las primeras llamas y derramaba vino sobre el altar de mármol; la fuerza del veneno se calentó, y liberada por las llamas se difundió derramándose a través de todos los miembros de Hércules. Éste reprimió el dolor cuando le fue posible con su habitual fortaleza. Después de que su capacidad de resistencia fue vencida por el dolor, dio un empujón al altar y llenó con sus gritos el monte Eta, abundante en bosques. Y al punto trata de rasgar la mortífera túnica, pero, por donde tira de ella, tira ella de la piel, y, o bien se adhiere a sus miembros y no es posible separarla, o bien deja al aire los miembros desgarrados y los enormes huesos. La propia sangre, al igual que sucede con una barra de metal ardientes sumergida en un recipiente de agua fría, chirría y hierve con el fuego del veneno. Y no hay límite, las llamas voraces le abrasan las entrañas, de todo su cuerpo fluye un sudor negruzco, crujen los tendones calcinados, y con la médula derretida por el oculto veneno lanza terribles gritos. (…)

Después de cortar árboles y amontonarlos en un pira, ordena a Filoctetes que prenda la llama en la base de aquélla, y que tome su arco y su aljaba, destinados a ver de nuevo Troya (…). Y, mientras el fuego voraz prende en los troncos, extiende en la parte alta de la pira la piel del león de Nemea y se acuesta con el cuello apoyado en la maza con el mismo rostro que tendría un comensal de un banquete tendido entre vasos llenos de vinos y coronas de guirnaldas.

Capítulo 7 – Suicidio de Deyanira

Yo, oculta, vigilaba en la sombra, y veo que mi señora extendió una colcha sobre el lecho de Heracles y, cuando terminó esta tarea, subiéndose encima, se sentó en medio del lecho y, derramando un arroyo de ardientes lágrimas, dijo: “¡Oh lecho y cámara nupcial mía! Adiós para siempre, porque ya nunca me recibiréis como esposa en este lecho”. Después de decir esto, se desabrochó con mano enérgica la túnica, que llevaba fijada con un broche labrado en oro sobre el pecho, y dejó al descubierto el costado entero y el brazo izquierdo. Yo echo a correr lo más rápido que puedo e informo a su hijo de los planes de ésta. Y en el tiempo en que fui allí y regresamos los dos, vemos que ella ya se ha clavado una espada de doble filo en el costado bajo0 el pecho.



Capítulo 8 – Heracles asciende al cielo

Ya crepitaban las llamas poderosas extendiéndose por la pira y se dirigen a sus miembros; los dioses sintieron miedo por el defensor de la tierra, pero así les habló con rostro alegre el Saturnio Júpiter: “(…) No se asusten con un temor vano vuestros corazones. Quien venció todas las cosas, vencerá el fuego que veis, y sólo sentirá al poderoso Vulcano en su parte materna. Lo que recibió de mí es eterno, libre e inmune a la muerte, y no será destruido por ningún fuego. Y esa parte, una vez cumplida su tarea en la tierra, yo la recibiré en las regiones celestes, y confío en que mi acción alegrará a todos los dioses”. (…) Mientras tanto el fuego había consumido ya cuanto las llamas pueden quemar y ya no era reconocible la imagen de Hércules; no quedaba ya nada que procediera de la figura de su madre, y sólo permanecían los rasgos de Júpiter. (…) Y el padre omnipotente llevando a éste en carro de cuatro caballos envuelto en huecas nubes, lo trasladó a los resplandecientes astros.

Capítulo 9 – Heracles recibe como esposa a Hebe

El valiente hijo de Alcmena de bellos tobillos, el fornido Heracles, una vez terminados sus penosos trabajos, recibió como esposa venerable en el Olimpo a Hebe, hija del poderoso Zeus y de Hera de doradas sandalias. ¡Dichoso él, que, cumplida su gran tares, habita entre los inmortales sin dolor y libre de la vejez para siempre!







Fuente: Cultura clasica ( Editorial Almadraba)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, una vida muy larga la del Herácles. Esto me recuerda a mis años mozos en cultura clásica, jeje. No se que más poner...pero weno ale, hasta la próxima!

Anónimo dijo...

me parecio un poquito larga nada mas y un poco de onda